Galerí­a Multimedia

Cae una banda que cultivaba y vendía marihuana en un búnker de Llano de Brujas

La Guardia Civil ha desarticulado en Llano de Brujas (Murcia) una banda de seis personas, cuatro hombres y dos mujeres, de nacionalidad española y edades comprendidas entre los 19 y los 40 años, dedicada al cultivo de 250 plantas de cannabis en un invernadero oculto en dos viviendas ocupadas y que distribuían posteriormente en un búnker.

La investigación, iniciada en diciembre de 2019, ha concluido recientemente con la entrada y registro en las dos viviendas ocupadas ilegalmente, una dirigida al cultivo, y otra a la venta de las sustancias. 

En los registros han sido incautadas más de 250 plantas de marihuana, varias rocas de cocaína de gran pureza, cogollos de marihuana embolsados y los útiles necesarios para su cultivo y dosificación, un arma larga simulada y dinero en efectivo.

En el interior de una de las casas también se encontró un sistema de desagüe diseñado para deshacerse de la droga, que consistía en dos depósitos de agua que, accionados mediante palanca, vertían agua a una tubería que atravesaba el búnker hasta conectar con la red del alcantarillado público.

Técnicos de la empresa Aguas de Murcia colaboraron con la Benemérita, gracias a lo cual y mediante la introducción de una sonda con cámara, se localizaron dentro de la tubería billetes de curso legal, cocaína, marihuana e incluso una báscula de precisión.

La Guardia Civil accedió al lugar donde se habían observado los restos de dinero y sustancias estupefacientes, hasta extraer varias rocas de cocaína pura aun sin disolver, una bolsa de plástico con cocaína disuelta en agua, varias bolsas llenas de cogollos de marihuana, dinero en efectivo y una báscula de pequeñas dimensiones.

El segundo inmueble era utilizado para llevar a cabo la venta de las sustancias estupefacientes, para ello, habían hecho una serie de reformas hasta convertirlo en un lugar extremadamente seguro, transformándolo en un búnker especialmente diseñado para el tráfico de drogas, al que sus clientes podían acceder de forma discreta y segura.

Las paredes del habitáculo habían sido reforzadas con hormigón armado de más de 40 cm de grosor y su acceso se limitaba a una única entrada, a través de una puerta blindada de unos 12 cm de metal macizo, anclada con seis piezas al hormigón.

La puerta contaba con una mirilla que cumplía una doble función, la de vigilar los exteriores de la vivienda y con la amplitud suficiente como para hacer los pases de droga sin tener que abrirla.

El recinto disponía de un sistema de video-vigilancia con microcámaras distribuidas alrededor de la fachada, perfectamente camufladas, para advertir la presencia policial y deshacerse de la droga en caso necesario, así como para detectar la incursión de posibles bandas rivales, dedicadas al ‘vuelco’ de droga.

La Benemérita ha señalado que la actividad delictiva de esta banda tenía consecuencias sobre el vecindario, puesto que se sucedían las riñas y pequeños delitos presuntamente cometidos por consumidores de sustancias tóxicas que no contaban con suficiente dinero en efectivo para comprar sus dosis.